La única volada cósmica fue cuando bajó una horda de estrellas fugaces a mi pieza.
Juro que me revelaron los secretos más profundos, y al contrario de otras experiencias similares, esta vez no los he olvidado. El don/maldición de la grafomanía ayuda en esas situaciones.
En un vertiginoso haz multicolor e uniforme que se desplazaba a través de mis chillonas paredes verde limón (no olvidar: pintar mi pieza de otro color) las estrellas se pusieron a hablar el idioma de las imágenes en una colorida danza que conformaba los monemas más eclécticos antes vistos, aparecían fugaces, distorsionados, pero se podían entender perfectamente.
Juro que me revelaron los secretos más profundos, y al contrario de otras experiencias similares, esta vez no los he olvidado. El don/maldición de la grafomanía ayuda en esas situaciones.
En un vertiginoso haz multicolor e uniforme que se desplazaba a través de mis chillonas paredes verde limón (no olvidar: pintar mi pieza de otro color) las estrellas se pusieron a hablar el idioma de las imágenes en una colorida danza que conformaba los monemas más eclécticos antes vistos, aparecían fugaces, distorsionados, pero se podían entender perfectamente.
Comenzó a sonar una música.
Las ondas sonoras eran de tal intensidad que no necesitamos más del premeditado desarreglo de los sentidos. Nuestra percepción -claramente abierta a nuevos sistemas- comenzó a resolver de forma interdisciplinaria todos los nudos que con el paso del tiempo se van enredando en nuestro interior… Todo se desató: libertad absoluta, entendimiento divino y -la gran paradoja- un conocimiento que sabíamos era parcial y condicionado.
La única melodía que recuerdo bien de aquella travesía interestelar, es la del mítico grupo setentero que tuvo a ese vocalista sexy, ese poeta loco, siempre beodo, que se podía trastocar cuantas veces quisiera en mariposa, sólo por probar del exquisito alimento. ¿Cocodrilo, camaleón, lagartija?…¡no! Lagarto, sí. El rey lagarto.
Pero de pronto apareció un genio, de esos mismos que te aparecen cuando frotas una lámpara mágica. Me dijo que toda la tradición sobre el zahir era una farsa, todo podía ser reversible. Y cantando majestuosamente “the end” de los doors me hizo beber en una copa de oro el más dulce leteo.
Y el viento se apagó por completo.
Comprendí que el tiempo JAMAS se había marchado –todo había sido una ilusión sensorial- y que nunca se irá. Desde su abismo infinito resurgió ante mi percepción ¡Gracias tiempo por hacerte presente... nunca te vayas, nunca te escondas!
Y en los minutos del adiós todo floreció. Ya nada bizarro quedaba flotando en el mar de burbujas (cacha esa burbuja, tiene forma de infinito!!) sólo salían a flote un montón de flores de loto, que cuando se abrían hacían recordar todas las bendiciones, emanando volutas de humo en forma de fotografias irreales de recuerdos difusos…
Recordé todo, todo, todo…y al final del camino puedo aseverar -con todas las de la ley- que nada fue en vano, todo valió la pena…(cada paso, cada lagrima, cada alegría, cada error, cada ambrosía, cada minuto, cada año, cada palabra…toda la intensidad y la locura…todo fue apren
gracias, gracias, gracias, gracias.
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