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Tuesday, June 25, 2013

Gestos que importan


Creo que todas las personas tienen ciertos gestos especiales y particulares. Algunos gestos son fácilmente identificables, por ser producto de algún tic, o de un guiño recurrente, mientras que otros, están un tanto ocultos e incluso algunos sólo aparecen en momentos y contextos específicos.

Lo lindo de estos gestos, es que hacen especial a cada persona, porque en el fondo, son detalles infímos, difíciles de notar, pero que embellecen a cada ser, lo hacen único y hasta le otorgan cierta identidad (y también cierto aire novelesco).

En lo personal -y porque no, en secreto- me gusta descifrar los gestos de quienes me rodean; desde mis familiares, pasando por amigos, compañeros, colegas, y hasta de personas que no conozco muy bien pero que están presentes en la vida diaria (como la señora del almacen del barrio).

De los gestos que más me gustan, he contabilizado: sonrisitas ahogadas, movimientos irregulares del cuello al enfatizar algo que se dice, pensar mirando y subiendo las pupilas hacia el cielo (como si las ideas fueran a caer desde arriba), fruncir la boca mientras se escucha al otro, resplandor de unas pestañas en el momento preciso en que la luz de un día soleado traspasa la punta de éstas, un ángulo preciso de perfil que hace ver a esa persona muy parecida a un "lorito", etc.

Hace poco estaba describiendo a alguien, y por más que lo pensé, no pude recordar ningún gesto particular. Durante los días siguientes redoblé mis esfuerzos para ver qué señas marcaban a esa persona. Tras un par de días de observación, llegué a la conclusión de no poder descifrar su gesto especial. Pero más triste fue darme cuenta que lo que imposibilitaba el reconocimiento de sus gestos, era su constante revisión del smartphone. Porque es en esos momentos de silencio o de inactividad en el encuentro con los otros, en donde es recurrente encontrar algún gesto especial... pero estos mismos momentos son ahora ocupados para echar una vista rápida al celular, o para textear a alguien por whatsapp.

Ahora que lo pienso mejor, quizás sea aún más triste, darse cuenta que ese es su gesto personal: la revisión constante del smartphone. Entonces en mi memoria se queda el gesto particular de su cara al revisar el celular: la imagen de una persona mordiendose levemente el labio, cabeza a gachas, mientras su dedo pasa veloz recorriendo la pantalla touch. Ironicamente, su gesto personal es de alta impersonilidad.


Saturday, June 15, 2013

Alimento


Mis ilusiones,
más que de besos,
se alimentan de versos.

Monday, June 10, 2013

Los salvavidas no son barquitas

                                                               Woman in a boat (Renoir 1867)          

Hay momentos precisos en que la vida te otorga una chance para salir del embrollo que te aqueja. Son momentos que como salvavidas, caen del cielo en medio de la tormenta, e impiden que te ahogues.

Mi salvavidas llegó oportunamente desde el cielo durante los peores días del 2011. Mi salvavidas fue V. quien -acosta de palabras, narrativas y un poco de metafisica- me salvó de morir ahogada. Pero no se puede vivir durante toda la vida a la deriva, dependiendo de un salvavidas, sin saber nadar (aunque no me di cuenta de aquello en su momento). Pensé -ingenuamente- que el salvavidas me había transportado a un mar de miel, hacia aguas calmas y alejadas de todos mis problemas.

Pero todo se termina, todo tiene su fecha de vencimiento, y así, un día cualquiera, desapareció mi salvavidas (sin muchas respuestas). Más bien, podría decirse que se desinfló tras una serie de desafortunadas confesiones mías que -durante una noche de verano- cortaron como un cuchillo, la conexión, el ambiente, la magia. Prometo, que en ese preciso momento, tras haber dicho una sarta de tonterías, supe que había perdido a V.

Entonces sucedió exactamente lo que le había comentado a V. "Tiendo a ahogarme en vasos de agua", y así mismo, me ahogé. Toqué rápidamente el fondo del vaso, tal vez por efecto del peso de mi corazón que se me hizo piedra (sí, se me hizo piedra). Y no pude salir. Y allí me quedé. Estancada, en pánico, insomne y ahogada.

La salida a flote tomó mucho tiempo y no fue fácil. Tuve que aprender a nadar de nuevo, esta vez tratando de reconocer las aguas que me circundan, y sus fluctuaciones: cuando hay mareas altas y bajas, cuales son las zonas de aguas frías y cálidas, cuando son las temporadas de tormenta, etc.

Y el mismo corazón que me hacia de ancla, que me mantuvo en el fondo tanto tiempo, ahora se me hizo aire. El corazón se alivianó, y ahora va ligero, a mi lado, sirviéndome de aliento para seguir nadando.

Estaba equivocada al querer hacer de un hermoso salvavidas, mi barquita para navegar la vida. V. mi querido salvavidas, queda ahí como un lindo cuento de la vida. Ahora me toca a mí, nadar hasta algún lugar y empezar a recolectar el material para construir mi propia barquita.

El mar, la vida, y los territorios por conquistar, sabrán esperar.