Anoche soñé apocalipsis.
Soñe el caos mundial, soñé el fin del mundo, soñé desesperación, llantos, gritos, incertidumbre y múltiples obstaculos que sortear.
A plena luz del sol, en un muelle en la playa -así como el viejo muelle de Chinchorro- estabamos disfrutando del día, gastando minutos mirando el mar. Derepente llegan ellos. Llegan desde el cielo. ¿Quienes? no lo recuerdo.
Solo se que cuando llegaron el mar y la tierra se abrieron, dejando una grieta desde la cual comenzó a fluir agua y un enorme animal desconocido... Por su piel, se podría haber dicho que era una ballena, pero por su forma alargada podría haber sido una anaconda. Pero nada de esto era, pues el animal era de tamaño monstruoso, de muchos kilometros de largo y unos cuantos más de ancho. Y así, desde que surgió de la corteza terrestre comenzó a arrastrarse por tierra y mar a gran velocidad, destruyendo todo a su paso. Era una especie de Caicaivilú contemporanea.
Por una mera casualidad, nosotros terminamos montados sobre ese animal, mirando la destrucción de todo lo que habíamos conocido en tierra. Cientos de personas más lograron "salvarse" sobre esa especie de serpiente marina.
Pasó rápidamente el tiempo -de hecho, en un sólo segundo ya habían pasado años- y de alguna forma la supervivencia humana logró lo que parecía imposible: asentarse sobre esa serpiente que recorría sin cesar el mundo.
Y así vivíamos, en un precario equilibrio, surcando los mares, llorando las pérdidas y tratando de protegernos de "ellos"... aquellos desconocidos seres que habían destruido el mundo y que ahora nos atacaban desde las alturas ¿Quienes eran? ¿Qué querían?
Yo corría, sorteaba las construcciones multicolores que habían sobre nuestra Caicaivilú, me escondía entre un ropero de trajes elegantes, corría tras los cultivos de lechugas, me escabullía entre las ventanas de las casas, saltaba desde los techos mientras veía el mar moviéndose a los costados. Tenía que lograrlo, debía hacer eso, tenía que alcanzar mi objetivo... debía correr más rápido, todos estabamos en peligro y -en parte- dependía de mi la salvación de todos.
Pero las cosas se fueron complicando, Caicaivilu comenzó a moverse con violencia, haciendo más díficil la misión. Pero no me rendía, tenía que lograrlo, era una obligación, no cabía la opción del fracaso...y estaba a punto!
ya estaba llegando! casi casi, ya no falta nada!...
Y en eso me despiertan para almorzar.
Soñe el caos mundial, soñé el fin del mundo, soñé desesperación, llantos, gritos, incertidumbre y múltiples obstaculos que sortear.
A plena luz del sol, en un muelle en la playa -así como el viejo muelle de Chinchorro- estabamos disfrutando del día, gastando minutos mirando el mar. Derepente llegan ellos. Llegan desde el cielo. ¿Quienes? no lo recuerdo.
Solo se que cuando llegaron el mar y la tierra se abrieron, dejando una grieta desde la cual comenzó a fluir agua y un enorme animal desconocido... Por su piel, se podría haber dicho que era una ballena, pero por su forma alargada podría haber sido una anaconda. Pero nada de esto era, pues el animal era de tamaño monstruoso, de muchos kilometros de largo y unos cuantos más de ancho. Y así, desde que surgió de la corteza terrestre comenzó a arrastrarse por tierra y mar a gran velocidad, destruyendo todo a su paso. Era una especie de Caicaivilú contemporanea.
Por una mera casualidad, nosotros terminamos montados sobre ese animal, mirando la destrucción de todo lo que habíamos conocido en tierra. Cientos de personas más lograron "salvarse" sobre esa especie de serpiente marina.
Pasó rápidamente el tiempo -de hecho, en un sólo segundo ya habían pasado años- y de alguna forma la supervivencia humana logró lo que parecía imposible: asentarse sobre esa serpiente que recorría sin cesar el mundo.
Y así vivíamos, en un precario equilibrio, surcando los mares, llorando las pérdidas y tratando de protegernos de "ellos"... aquellos desconocidos seres que habían destruido el mundo y que ahora nos atacaban desde las alturas ¿Quienes eran? ¿Qué querían?
Yo corría, sorteaba las construcciones multicolores que habían sobre nuestra Caicaivilú, me escondía entre un ropero de trajes elegantes, corría tras los cultivos de lechugas, me escabullía entre las ventanas de las casas, saltaba desde los techos mientras veía el mar moviéndose a los costados. Tenía que lograrlo, debía hacer eso, tenía que alcanzar mi objetivo... debía correr más rápido, todos estabamos en peligro y -en parte- dependía de mi la salvación de todos.
Pero las cosas se fueron complicando, Caicaivilu comenzó a moverse con violencia, haciendo más díficil la misión. Pero no me rendía, tenía que lograrlo, era una obligación, no cabía la opción del fracaso...y estaba a punto!
ya estaba llegando! casi casi, ya no falta nada!...
Y en eso me despiertan para almorzar.
MMmm..
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