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Monday, June 10, 2013

Los salvavidas no son barquitas

                                                               Woman in a boat (Renoir 1867)          

Hay momentos precisos en que la vida te otorga una chance para salir del embrollo que te aqueja. Son momentos que como salvavidas, caen del cielo en medio de la tormenta, e impiden que te ahogues.

Mi salvavidas llegó oportunamente desde el cielo durante los peores días del 2011. Mi salvavidas fue V. quien -acosta de palabras, narrativas y un poco de metafisica- me salvó de morir ahogada. Pero no se puede vivir durante toda la vida a la deriva, dependiendo de un salvavidas, sin saber nadar (aunque no me di cuenta de aquello en su momento). Pensé -ingenuamente- que el salvavidas me había transportado a un mar de miel, hacia aguas calmas y alejadas de todos mis problemas.

Pero todo se termina, todo tiene su fecha de vencimiento, y así, un día cualquiera, desapareció mi salvavidas (sin muchas respuestas). Más bien, podría decirse que se desinfló tras una serie de desafortunadas confesiones mías que -durante una noche de verano- cortaron como un cuchillo, la conexión, el ambiente, la magia. Prometo, que en ese preciso momento, tras haber dicho una sarta de tonterías, supe que había perdido a V.

Entonces sucedió exactamente lo que le había comentado a V. "Tiendo a ahogarme en vasos de agua", y así mismo, me ahogé. Toqué rápidamente el fondo del vaso, tal vez por efecto del peso de mi corazón que se me hizo piedra (sí, se me hizo piedra). Y no pude salir. Y allí me quedé. Estancada, en pánico, insomne y ahogada.

La salida a flote tomó mucho tiempo y no fue fácil. Tuve que aprender a nadar de nuevo, esta vez tratando de reconocer las aguas que me circundan, y sus fluctuaciones: cuando hay mareas altas y bajas, cuales son las zonas de aguas frías y cálidas, cuando son las temporadas de tormenta, etc.

Y el mismo corazón que me hacia de ancla, que me mantuvo en el fondo tanto tiempo, ahora se me hizo aire. El corazón se alivianó, y ahora va ligero, a mi lado, sirviéndome de aliento para seguir nadando.

Estaba equivocada al querer hacer de un hermoso salvavidas, mi barquita para navegar la vida. V. mi querido salvavidas, queda ahí como un lindo cuento de la vida. Ahora me toca a mí, nadar hasta algún lugar y empezar a recolectar el material para construir mi propia barquita.

El mar, la vida, y los territorios por conquistar, sabrán esperar.

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