Fui a almorzar al barrio Lastarria de casualidad. Andaba dando vueltas, disfrutando del mero caminar y del no tener que soportar la tensión que me había agobiado los últimos meses, cuando de pronto llegué al barrio. En realidad llegué a través de una tentadora feria de antigüedades, en donde compré unas cuantas postales de la primera edición de “Artefactos” de Don Nicanor Parra, inigualable.
Luego, seguí por la calle principal hasta dar con todos los restaurantes y cafés. Pura casualidad. Fui al Café Utopia, porque –obviando el hecho que tocaban un cover en versión bossa nova de “like a virgin”- se veía un local agradable, con mesas individuales, con un menú rico y accesible a mi bolsillo (ya cansado de pagar tantos impuestos por la visa). Me habían tomado la orden cuando sonó la canción. Al comienzo no la reconocí, pensé que los covers bossa nova se prolongaban eternamente, hasta que escuche el inconfundible Vai minha tristeza…
El plato llegó al unisono con el Mas se ele voltar, se ele voltar, Que coisa linda, que coisa louca (mi parte favorita de la canción).
Entonces, me acordé, lo sentí y lo viví: Chega de Saudade.
Luego, seguí por la calle principal hasta dar con todos los restaurantes y cafés. Pura casualidad. Fui al Café Utopia, porque –obviando el hecho que tocaban un cover en versión bossa nova de “like a virgin”- se veía un local agradable, con mesas individuales, con un menú rico y accesible a mi bolsillo (ya cansado de pagar tantos impuestos por la visa). Me habían tomado la orden cuando sonó la canción. Al comienzo no la reconocí, pensé que los covers bossa nova se prolongaban eternamente, hasta que escuche el inconfundible Vai minha tristeza…
El plato llegó al unisono con el Mas se ele voltar, se ele voltar, Que coisa linda, que coisa louca (mi parte favorita de la canción).
Entonces, me acordé, lo sentí y lo viví: Chega de Saudade.
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