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Sunday, January 3, 2010

Pre

El día anterior no lo podía creer. Estaba tan cerca, el mañana al fin era el día siguiente y no unas tantas semanas más. Esa noche me acosté con la sensación más extraña e inexplicable. Traté de leer y no pude, traté de pensar pero ya estaba agotada. Simplemente apagué la lamparita del velador y me dormí acostada de espalda.

Al día siguiente me desperté sola, antes que el despertador sonara. Me bañé, tomé desayuno y partí al centro.

Fui a la dirección acordada, y en los minutos previos todo me parecía irreal.

De pronto todo era muy extraño. El mundo me era ajeno, las paredes, el asfalto, las ventanas, las personas que me rodeaban y esa máquina delante mío no parecían tener sentido ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué es esto? ¿Cómo llegué aquí?

Toda la inmensa complejidad existencial se precipitó ante mí, en esos eternos segundos previos. Segundos que, beodos de ansiedad, se derriten, se expanden, se revuelven y hacen que todo pierda coherencia.

Y en eso, alguien bajo los 3 peldaños que separaban el sueño de la realidad.

Apareciste, que alivio.

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