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Thursday, April 28, 2011

Olvido

Persistencia de la Memoria - Dalí (1931)

Quizás, después de todo, el olvido sea una quimera más. Porque, tal vez, los recuerdos se nos quedan pegados, y como sombras van deambulando a nuestro alrededor. Sin ser notoriamente visibles, llega un momento de detención en el que nos damos cuenta de la persistencia de la memoria. Los recuerdos ahí están, siempre estuvieron y quizás ahí siempre se quedaran.

Quizás el olvido sea sólo una excusa, con dos orígenes posibles: la supervivencia o el tedio. ¿Podemos olvidar realmente la pérdida de nuestros seres queridos? ¿Podemos borrar los días dorados con alguien, por más mal que hayan terminado las cosas? Un olvido lo construimos y lo evocamos porque debemos seguir viviendo, el otro surge paulatina y silenciosamente, bajo el estruendo de la rabia, o la letanía del aburrimiento.

Pero las evocaciones sensuales nos demuestran la obsolescencia del olvido. Ante un olor, el olvido se desvanece, y entonces, durante algunos segundos, el recuerdo cobre vida propia. Pueden, incluso, alterar momentaneamente nuestras coordenadas tempo espaciales, hacía momentos más o menos felices.

A mí, el olor de ciertos almacenes de barrio, me hacen recordar al querido almacen de Don Nino, el vecino de mi abuelita. Era un olor amaderado y dulzón, con esa pesadez de los lugares encerrados. Por alguna razón, yo asimilaba ese olor a las publicidades hechas en cartón corrugado, con las que revestían al mesón en donde reposaban esos estantes llenos de dulces, chocolates, abarrotes y demases.

A los 5 años, mi compra usual eran esas galletitas rectangulares cubiertas de chocolate, o esos chocolatitos en forma de cubo, ambos con un precio fijo de $10 pesos cada uno. Don Nino abría el jarrón de vidrio en donde estaban guardados, los sacaba con una tenaza y los envolvía en un cucurucho hecho de papel craft. La felicidad cabía en un cucurucho.

Hoy en día es difícil volver a encontrar ese aroma de almacén viejo, sólo un par de veces lo he vuelto encontrar, en algunos de esos almacenes perdidos en uno de los tantos cerros de Valparaiso. Cuando lo sentí, fue como volver a tener 5 años, fue volver a la Villa Mora, fue volver a correr por los cerros a cazar grillos, volver a los camping en la playa, volver a andar en brazos de mi padrino para ir corriendo a ver el tren pasar, volver a los postres de sémola con salsa de vino, volver a tener una familia.

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